Texto: “La Medición de la pobreza”, del Libro: “La nueva
pobreza en la Argentina” (A. Minujin/G. Kesler).
Hasta el Siglo XIX eran considerados pobres y menesterosos
exclusivamente los incapacitados para trabajar: enfermos e impedidos, mujeres
solas con prole numerosa, ancianos solos, etc. Con el advenimiento de la era
industrial y la urbanización se amplía
el concepto de pobreza a aquellos que viven en condiciones “miserables”,
independientemente de su capacidad para trabajar, y aparece la necesidad de
medir la pobreza. A fines del siglo XIX un naviero inglés, Charles Booth,
describió la situación social en Londres haciendo un símil con la línea de
flotación de los barcos y estableciendo una distinción entre los que estaban
por encima y los que estaban por debajo de la “línea de pobreza”.
Durante mucho tiempo la pobreza no fue un tema de estudio en
nuestro país. No lo fue, en buena medida, porque no constituía un problema
social o, más bien, porque la facilidad de incorporarse al mercado de trabajo y
de obtener beneficios sociales y la expansión de la cobertura de estos
servicios hacía pensar que se trataba de situaciones transitorias. En la década
del 60 se hablaba de “bolsones de pobreza”, lo que denotaba la idea de que la
pobreza se circunscribía a algunas áreas urbanas: las villas. Una estimación de
CEPAL para 1970, utilizando el método de línea de pobreza (LP), ubica en 3 por
ciento el total de hogares urbanos pobres. El método de LP consiste en
establecer si determinado hogar o individuo está por encima o por debajo de una
“canasta” básica de bienes y servicios, elegidos respetando las pautas
culturales de consumo de una sociedad en un momento histórico determinado. Es
decir, se define una cantidad mínima o básica de alimentos y de otros bienes y
servicios tales como vestimenta, atención de salud, transporte, etc., a los que
se asigna un valor monetario, cuya suma da como resultado la línea de pobreza.
Por ejemplo, en la Argentina el valor de la “línea de
pobreza” estimada por el gobierno en 1993 era de alrededor de 420 dólares para
una familia de cuatro miembros (dos adultos y dos niños). Según el método de LP,
serían “pobres” aquellos hogares o personas con ingresos inferiores a ese
valor, en la medida en que no pueden cubrir el costo de esa canasta de bienes y
servicios con sus ingresos. Se denomina “indigentes” aquellos cuyos ingresos no
alcanzan a cubrir ni siquiera la porción de alimentos.
Existen diversas variantes metodológicas para la definición
de la LP, pero en términos generales se puede concebir como un monto monetario
mínimo o básico que una persona o familia requiere para vivir “dignamente”. La
crisis de las décadas del 70 y del 80 hizo pensar que la pobreza seguramente
había pasado a constituir un problema para el país. Con el advenimiento de la
democracia, en 1984 se elaboró el primer mapa de pobreza utilizando el censo de
población y el método de Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI), el cual consiste en establecer si existen
manifestaciones materiales que evidencian falta de acceso a ciertos tipos de
servicios: vivienda, agua potable, electricidad, educación y salud, entre otros.
Es necesario definir niveles mínimos que indiquen una
valoración subjetiva de los distintos grados de satisfacción de necesidades consideradas básicas, en
determinado momento del desarrollo de una sociedad. En consecuencia, serían
“pobres” aquellos hogares que no alcanzan a satisfacer algunas necesidades
definidas como básicas. El estudio puso en evidencia que la pobreza abarcaba a
nada menos que el 23 por ciento de los hogares. Asimismo, mostró las fuertes
diferencias sociales y regionales que caracterizaban al país (INDEC, 1984).
Muchos autores consideran que ambos métodos miden lo mismo. Sin embargo,
diversos estudios (Beccaria y Minujin, 1985; Desai, 1989; Katzman, 1989;
Minujin, 1991) señalaron, sobre la base de datos provenientes de encuestas a
hogares, importantes diferencias en la magnitud de la pobreza según el método
de medición que se utilice.
Además, los resultados indicaron que cada uno de estos
métodos reflejaría un fenómeno diferente. “(…) con el criterio de NBI se
estaría detectando a los pobres estructurales –que poseen, por ejemplo, una
vivienda deficitaria, o bajo nivel educativo-, mientras que con el criterio de
LP, al caracterizar a los hogares como pobres de acuerdo con el ingreso total
percibido, se detectaría a los hogares pauperizados, de particular importancia
en el caso argentino” (Cortés y Minujin, 1988). Esto se debe a las
particularidades de los indicadores definidos en cada caso y a efectos
relacionados con los métodos de medición. En el caso de la pobreza medida por
NBI, tal como lo definen los estudios realizados por el INDEC, está
estrechamente ligada a carencias relativas a la vivienda. De esta manera, el
concepto de NBI aplicado sólo abarca una parcialidad de las carencias, y
precisamente aquellas que son menos sensibles
a procesos de corto o mediano plazo. Por esto, no es de extrañar que
ambos métodos, tal como están aplicados, midan aspectos diferentes del fenómeno
de la pobreza. La utilización simultánea de ambos criterios en el análisis de
encuestas a hogares permite observar la evolución y composición de la pobreza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario